Es claro que una de las consecuencias del avance de la tecnología en nuestras vidas es el desarrollo de la farmacología como una importante ayuda para la medicina, pues ayuda a controlar ciertos síntomas de las enfermedades. En muchas ocasiones existen métodos más o menos efectivos según se dé el caso, pero las maravillas de la farmacología para algunos es clara. Aún así, existen casos en los que, para probar la eficacia de un medicamento se toman medidas como establecer un grupo de control, al que se le suministran sustancias que no deberían tener efecto en los síntomas que presentan, y sin embargo tienen un efecto positivo.
A este fenómeno se le conoce como Efecto Placebo. Esto se resume en usar un elemento que por sí mismo no tiene un efecto curativo en la problemática que se está tratando por el mero hecho de su aplicación. Es decir, la sustancia o tratamiento no posee cualidades que produzcan una mejoría en la sintomatología, pero el hecho de que se está recibiendo un tratamiento provoca la creencia de que se va a mejorar, cosa que por sí misma provoca la mejoría.
El efecto placebo no funciona con la misma eficacia en todos los pacientes ni con todas las enfermedades. Según un estudio publicado en 1955 por Henry K. Beecher, el efecto placebo solo tiene lugar en el 35% de las personas. En realidad, el rango puede variar desde el 0% hasta el 100%, dependiendo de diferentes factores del individuo, del medicamento placebo, del medio en el que se realiza el tratamiento, etc.
El efecto placebo también se ve mediado por la profesionalidad y la sensación de competencia que proyecta quien lo administra, el contexto en el que se lleva a cabo la toma, el tipo de problema al que se hace frente y otras características como el coste, la presentación, los materiales o los rituales necesarios para tomarlo.
A nivel neurofisiológico se ha demostrado que la aplicación del placebo estimula la corteza frontal, el núcleo accumbens, la sustancia gris y la amígdala activando las vías dopaminérgica y (en menor medida) la serotoninérgica. Esta activación provoca una sensación de recompensa y relajación que coincide con la mejoría percibida por los pacientes.
Cuando los pacientes tienen síntomas como dolor, algunos síntomas somáticos, presenten Parkinson, demencia o epilepsia, estos se han visto beneficiados del uso de placebos en entornos de investigación, mejorando su situación. Los efectos son especialmente marcados en aquellos aquejados de dolor, teniendo mayor efecto cuanto mayor el placebo y el dolor inicial.
Sin embargo, el mecanismo de acción del efecto placebo sigue siendo, en parte un misterio. Lo intrigante de este proceso es que parece tratarse de un fenómeno en el que el pensamiento abstracto llega a influir procesos mentales muy básicos y primitivos, que actúan de manera parecida en animales no humanos.
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